El concepto de desarrollo ha evolucionado a través del tiempo como respuesta a los cambios experimentados por la sociedad. Todos, incluyen nuevos criterios que le permiten a los gobernantes, investigadores y ciudadanía en general, identificar las problemáticas que presenta la sociedad y la alejan del estado de bienestar. En la actualidad, son muchos los debates e interrogantes que surgen en torno a un marco conceptual que permita definir con precisión el desarrollo. La construcción de indicadores en el campo social y económico ha estado asociada a la evolución del concepto de desarrollo, pasando de un enfoque reduccionista “economicista” a una concepción más integral y multidimensional como se observa en el siguiente cuadro.
Periodo | Enfoques |
1945-1960 | Crecimiento Económico |
1962-1969 | Crecimiento Económico + Social |
1970-1980 | Crecimiento Económico + Social + Ambiental |
1980-1990 | Crecimiento Económico + Social + Ambiental + Regional/Urbano + Humano |
1990-2002 | Crecimiento Económico + Social + Ambiental + Regional/Urbano + Humano + Político |
A nivel mundial, existe un universo muy amplio de indicadores para medir el desarrollo social los cuales han evolucionado desde indicadores simples hasta indicadores compuestos que se calculan a partir de una canasta de indicadores básicos y que incluyen cada vez más un número representativo de aspectos y temas que van cobrando relevancia en los diferentes momentos históricos.
La mayoría de ellos son medidos por organismos internacionales, como la Organización de la Nacionales, ONU, y sus instituciones adscritas y especializadas, entidades multilaterales, como el Banco Mundial, BM, el Banco Interamericano de Desarrollo, BID, instituciones especializadas, como el Foro Económico Mundial, FMI, e internacionales como el Institute for Management Development, IMD, y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE. A nivel regional, se destacan la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL, la Organización de Estados Americanos, OEA, entre otros.
No obstante, en el contexto global se ha cuestionado el enfoque sobre el desarrollo basado en indicadores tradicionales. Uno de los indicadores clave desarrollados para medir el desarrollo es el Índice de Desarrollo Humano (IDH) que involucra tres aspectos claves: la longevidad, medida con la esperanza de vida al nacer; el nivel educativo, calculado en función de la tasa de alfabetización de adultos y la tasa bruta de matrícula; y el nivel de vida, tomado con el PIB real per cápita.
No obstante, el IDH ha estado sujeto a diversas críticas, enfocadas principalmente en la ponderación impuesta a cada uno de los factores y en no tener en cuenta la proporción de personas con bajos ingresos, entre otras. Por esta razón, las Naciones Unidas en el 2010 propone tres índices adicionales para medir el desarrollo humano: el Índice de Desarrollo Humano ajustado por la Desigualdad, el Índice de Desigualdad de Género y el Índice de Pobreza Multidimensional. El primero, incluye una ponderación de las desigualdades en salud, educación e ingreso; el segundo, introduce las diferencias de género en salud reproductiva, empoderamiento y participación en el mercado laboral; y el tercero identifica las condiciones de los hogares en términos de salud, educación y niveles de vida.
Los cuestionamientos se han dado en diferentes direcciones. Uno de ellos es el hecho de crearse desde un único polo de poder (Occidente), de manera homogénea y sin considerar la diversidad en la elaboración de los índices existentes. Esto corrobora la idea que el mundo está dividido entre países centrales y periféricos, sin deslumbrar la riqueza que se esconde en la mal llamada periferia del mundo y sin responder plenamente a las nuevas dinámicas de las regiones y países en el presente siglo.
Esto ha propiciado la aparición de indicadores alternativos aportados por organismos estatales y por organizaciones de la sociedad civil suministrando información útil para medir el desarrollo, aunque no dentro de la corriente predominante. Un ejemplo de ello es el Índice de Progreso Social (IPS), que permite evaluar la eficacia con la que el éxito económico de un país se traduce en progreso social, logrando así un crecimiento inclusivo. Este indicador se ha venido midiendo para las ciudades colombianas que hacen parte de la Red Colombiana de Ciudades Como Vamos.
Para Ali y Zhuang (2007) el crecimiento inclusivo es aquel “crecimiento que no sólo crea nuevas oportunidades económicas, sino aquel que también asegura igual acceso a las oportunidades creadas para todos los segmentos de la sociedad. El crecimiento es inclusivo cuando permite a todos los miembros de la sociedad participar y contribuir al proceso de crecimiento en igualdad de condiciones, independientemente de sus circunstancias individuales”.
En el contexto nacional también se ha dado un progreso similar al que se mencionó a nivel internacional, en donde el DANE como Instituto Nacional de Estadística, calcula los indicadores clásicos a partir de metodologías internacionales para hacer comparables sus mediciones con el contexto global.
El DANE y las Naciones Unidas avanzaron durante los años 80 en la creación y aplicación de medidas para la pobreza con indicadores referentes al nivel de ingreso y a la evaluación de necesidades no satisfechas. Entre los primeros, uno de los más conocidos ha sido la Línea de Pobreza (LP), y entre los segundos, el Índice de Necesidades Básicas Insatisfechas, NBI y más recientemente, el Índice de Pobreza Multidimensional, IPM.
En los años 90, se crearon los indicadores que tienen un alcance mayor a las medidas convencionales de pobreza y desigualdad. Aparecen entre otros, el Índice de Condiciones de Vida (ICV) creado por la Misión Social del Departamento Nacional de Planeación, DNP, y las Naciones Unidas. También surge el ya mencionado Índice de Desarrollo Humano creado por el PNUD.
Con la Ley 1551 de 2012, se generó el marco para la construcción por parte del DANE del Indicador de Importancia Económica Municipal (Valor Agregado), para medir el peso relativo que representa el PIB de cada uno de los municipios dentro del departamento correspondiente.
Por su parte, el DNP ha liderado el diseño y elaboración de nuevos indicadores de desarrollo territorial, como es el caso del Sistema de Indicadores Sociodemográficos, SISD, el cual comprende diferentes niveles:
Con la necesidad de ampliar estas mediciones a los contextos regionales y locales, y hacia nuevas dimensiones del desarrollo, han aparecido mediciones y metodologías nuevas avaladas por entes nacionales, donde se destacan las recientes propuestas con enfoque de “cierre de brechas” del DNP, como las Tipologías de los Entornos de Desarrollo y el Índice de Desempeño Integral Municipal.
Sin embargo, la globalización, los medios de comunicación, los avances tecnológicos, entre otros, fueron evidencia de la debilidad del concepto para incluir algunos factores relevantes que podrían presentarse aún con altos niveles de crecimiento económico como: la inequidad de género, la pobreza, la desigualdad de la renta, entre otros. Es por esto que, para los años setenta la eliminación y reducción de la pobreza, la desigualdad y el desempleo, empezaron a ser fundamentales para identificar el avance de un país en términos de desarrollo. Así, el concepto pasa de un enfoque únicamente económico a un proceso multidimensional que involucra los principales cambios en la estructura social, la pobreza y la desigualdad.
En Colombia, el Departamento Nacional de Planeación ha establecido el desarrollo integral como el concepto clave para la planificación de las políticas gubernamentales. Este se encuentra definido como: “…un derecho humano fundamental reconocido internacionalmente, es un proceso de transformación multidimensional, sistémico, sostenible e incluyente que se genera de manera planeada para lograr el bienestar de la población en armonía y equilibrio con lo ambiental (natural y construido), lo socio-cultural, lo económico, y lo político-administrativo en un territorio determinado (un municipio, un distrito, un departamento, una región, un país), y teniendo en cuenta el contexto global…”.
Para este concepto el territorio es uno de los elementos fundamentales dentro del análisis, puesto que es ahí donde interactúan los seres humanos entre ellos y con el medio ambiente y es la base para algunos procesos de producción. Adicionalmente, para realizar un estudio detallado del desarrollo, es necesario revisar 6 dimensiones: poblacional, económica, ambiente construido, ambiente natural, política administrativa y sociocultural.
También para Colombia, en el libro Planificación del desarrollo (2001), se encuentra una nueva versión del concepto: “El desarrollo es un proceso de cambio social que debe asegurar el crecimiento y su distribución equitativa en toda la población. Su finalidad es ampliar la gama de opciones de autorrealización de la población. Debe ser sostenible, es decir, que proteja las opciones para las generaciones futuras. Cabe anotar que una de las condiciones indispensables para el desarrollo es el progreso técnico o desarrollo tecnológico”.
Ambas definiciones involucran el concepto de desarrollo humano y sostenible propuesto por organizaciones internacionales. Es así como se puede concluir que, aunque el concepto de desarrollo está lejos de ser único y exacto, es claro que pasó de mirar cuánto produce un país, a cómo se encuentran las personas y su entorno. Adicionalmente, este debe ser ajustado a las necesidades y contexto de cada país o región.